Las emociones positivas también pueden ser negativas.

Lo reconozco, este título es puro marketing vacío. El título más adecuado podría ser algo así: “Las emociones agradables también pueden complicarnos la vida”.

Tenemos la costumbre de clasificar las emociones en positivas y negativas, como si unas fueran buenas y otras malas, cuando en realidad todas hacen su trabajo, tratar de: 

  • mantenernos con vida (las supuestas negativas) alejándonos del peligro, y 
  • hacernos la vida mejor (las positivas) acercándonos a la comida y otras necesidades y placeres.

Más recientemente, se ha potenciado cambiar esta clasificación nombrándolas desagradables (anteriormente conocidas como negativas) y agradables (las antiguas positivas). Es una fórmula más descriptiva y menos culpabilizadora, pero aún así, al ser “sólo” un cambio de nombre, las funciones de una nomenclatura antigua se transfieren a la nueva.

Como puedes observar, me siento más cómodo con la clasificación agradables y desagradables pues es más descriptiva de cómo nos sentimos, y no emite juicios ni fomenta la evitación emocional.

En mi práctica profesional y personal no utilizo ninguna de las clasificaciones anteriores. En su lugar, clasifico las emociones en Reguladas o Desreguladas.

  • Reguladas: son aquellas que podemos sentir con seguridad y confianza. Podemos darnos cuenta de cómo nos estamos sintiendo y tenemos la suficiente distancia como para poder decidir cómo actuar con independencia de la emoción.
  • Desreguladas: son las emociones que no estamos pudiendo sostener, que nos inundan y nos “obligan” a actuar de formas que no haríamos si no sintiéramos con tal intensidad. Nos generan inseguridad y desconfianza hacia nuestras emociones y hacia nosotros mismos.

Creo que esta clasificación, reguladas y desreguladas, es más interesante a la hora de establecer qué emociones tengo que trabajar. Normalmente queremos enfocarnos en las desagradables, incluso aunque no estén desreguladas, y lo entiendo pues sería maravilloso no sentirse mal.

Pero, volviendo al título de este post, es interesante darse cuenta de las ocasiones en las que las emociones desreguladas son las “positivas”. El funcionamiento de nuestro sistema nervioso condiciona que siempre voy a querer más de lo que me haga sentir bien, y ese es el principio de toda adicción.

  • Las adicciones son la necesidad de repetir un comportamiento que en el pasado me ha hecho sentir bien, y aunque pueda tener peligrosas consecuencias a largo plazo, el placer o bienestar inmediato es tan intenso que me siento obligado a repetir la conducta adictiva.
  • La euforia puede ser tan abrumadora que arrastre a la persona a una escalada de aceleración conductual que puede tener consecuencias en el bienestar de la persona. Un ejemplo sería la fase maníaca del trastorno bipolar.
  • La esperanza puede hacer que la persona tolera ciertas actitudes poco respetuosas o incluso agresivas, de personas de su entorno esperando que cambien.
  • La paciencia o compresión excesiva, probablemente relacionada con la evitación de sentir rabia, nos puede, de nuevo, tolerar comportamientos que son inaceptables hacia nosotros mismos.
  • Para mantenerme en exceso en la calma y la tranquilidad puedo ir dejando de lado ciertas actividades y relaciones que aún siendo nutritivas y valiosas para mi vida, también me generen cierto grado de inquietud o nerviosismo. 

El porqué de este texto es permitirnos ver que la emoción negativa o desagradable no es enemigo per se, y dejar de pelearnos con ellas sólo porque no nos gusten. Para descriminalizar a la emoción desagradable he querido mostrar el otro extremo, de cómo sentirse demasiado bien puede ser tan o más problema, eso sí, más agradable.

No se trata de qué signo tengan las emociones que siento, si no de hasta que punto estoy presente cuando me acompañan, para seguir tomando YO las decisiones de mi vida cotiadana.