Cuando tenemos una situación de estrés o ansiedad, es decir, cuando se ha activado nuestra reacción de supervivencia la mente funciona con visión de túnel, esto es, se focaliza completamente en la amenaza y la posible estrategia de supervivencia, en ese momento no existe nada más.
En el S. XXI cuando estamos en esta situación de tensión nuestra mente hace lo mismo, crea un único pensamiento que tiende a ser de esos denominados negativos, que en realidad es un pensamiento de supervivencia, pues nos maximiza la posibilidad de amenaza para “obligarnos” a ponernos a salvo.
Las terapias cognitivas afirman que se basan en el cambio de pensamiento para cambiar la emoción y la conducta. No negaré aquí la utilidad del cuestionamiento de pensamientos automáticos, pero reflexionaré sobre los mecanismos que realmente la hacen útil.
Observemos que difícilmente una sesión de terapia cognitiva acaba destrozando el pensamiento original y con uno alternativo perfecto, y aún así es útil. Lo que ha sucedido es que hemos perdido credibilidad en el pensamiento original y le damos oportunidad a otras posibilidades, esto se denomina flexibilidad cognitiva.
Si esto es así, el poder de los pensamientos no es tal, pues, incluso aunque la persona siga teniendo el mismo pensamiento automático, al dotarle de menos credibilidad, puede optar por otras actitudes a las que venía mostrando.
Durante el proceso de cuestionamiento, si el terapeuta no ofrece una actitud agresiva, el paciente tiene la oportunidad de observar, darse cuenta de su pensamiento automático. Además, en ese contexto de seguridad, puede contrastarlo con la realidad, añadiendo con datos complementarios que cuando pensamos rápido y con estrés no se tienen en cuenta.
El resultado es que la persona, ha podido crear diferentes posibilidades, y en consecuencia, si varias cosas podrían ser posibles, la original no tiene porqué ser completamente cierta.
A nivel emocional, el proceso de cuestionamiento emocional es igualmente interesante, pues le ofrece a la persona la oportunidad de estar en contacto con la emoción asociada a la cognición pero sin tener la obligación ni de actuar ni de defenderla (salvo que el terapeuta tenga una actitud rígida). El resultado es un tiempo de estar en contacto con el malestar, haciéndole espacio, y a medida que se agrieta el pensamiento automático la emoción también cede, pues en conjunto la interpretación original pierde poder, credibilidad.
Pero, todo esto no tiene porqué tener una consecuencia si no lo enfocamos hacia una nueva actitud. Invitamos a la persona a que se plantee, si el pensamiento original no fuera cierto o no tan cierto, ¿Qué acciones o actitud diferente estarías teniendo en esas situaciones?
Y cuando se suma la flexibilidad psicológica, la emocional y la conductual, al conjunto lo podemos llamar flexibilidad psicológica, que podríamos definir como la habilidad de no dejarse convencer por nuestra reacción automática.
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