Utilizo la expresión “hormiga cósmica” para equilibrar el egocentrismo de los humanos. Nos creemos el centro de la creación, que la vida gira entorno a nosotros, que lo que sucede es por y para mí.
Esto tiene sus raíces en la biología y la evolución, pues mirar el mundo desde mí, investigar el grado de influencia que tengo en lo que sucede a mi alrededor me permite adaptarme y aumentar la probabilidad de supervivencia.
Pero quizás, con la cultura narcisista y ególatra que nos inunda, lo hemos llevado un paso más allá asumiendo que el universo está a mi servicio.
“Soy una hormiga cósmica” es un mantra que me recuerdo cuando el narcisista ególatra que vive en mí empieza a tratar de interpretar el mundo desde una posición “miguelcéntrica”.
El “miguelcentrismo” es esa parte de mí que asume que el “llámale universo” siempre va a estar de mi lado. Que se cree injustamente tratado cuando las cosas no salen de la forma que yo deseo o espero. Que entiende que la vida no es justa para los demás, pero para mí si que debe serlo, pues yo me porto bien y merezco la protección y cuidado universal como ser único y especial.
Para equilibrarlo, me miro desde los confines del sistema solar, de la galaxia y del universo, y queda claro que no soy más que una hormiga pequeñita y breve. Si me miro desde allí, veo que la diferencia entre “yo y tú” es nula, y también lo es con cualquier hormiga.