Casi todos llevamos incorporado ese chip crítico hacia nosotros mismos que, como vimos en la parte 1, pretende protegernos mejorando nuestras vulnerabilidades señalándolas de forma desagradable e incluso cruel y convirtiéndonos en “mejores personas” y siendo más merecedores del Amor del otro.
Pero también es verdad que hay personas que les afecta más que a otras. Normalmente, detrás, hay una historia que lo justifica.
Por ejemplo, imagínenos un niño/a tenía unos progenitores que le trataban de manera agresiva/violenta dependiendo de su conducta, “cuando se portaba mal”. Posiblemente llegó a la conclusión que para estar bien y que le quisieran tenía que portarse bien y hacer las cosas bien.
Su mente, perfeccionaría el chip de “autoacusación” no sólo para mejorar, si no, especialmente para evitar la agresividad. Así se volvería experta en identificar situaciones de riesgo que pudieran hacer que el adulto se enfadara, y su mente le lanzaría mensajes del tipo “no hagas eso” o “no harás bien”, con una intensidad y un volumen altísimo que hace más complicado no creérselo.
Ese mecanismo protector irá evolucionando con los años, procurando que la persona evite todas las situaciones que pueden generar rechazo o agresividad por parte del otro. Es habitual que estás personas sean expertas en evitar situaciones de conflicto y en “adivinar” lo que el otro quiere o necesita.
Para lograrlo, siempre que una situación incluya algún riesgo, la mente tratará de alejar a la persona de esa situación con mensajes como “no eres capaz”, “te vas a equivocar”, “no les vas a gustar”.
De nuevo puede parecer que la persona no se tiene estima, pero analicemos con detalle estos mensajes.
- “no eres capaz”. Posiblemente lo que la mente trata de advertir es que no tenemos la seguridad de ser capaces, y que si finalmente no lo somos vamos a tener problemas, así que parece una buena idea no intentarlo, para evitar males mayores.
- “te vas a equivocar”. Es muy parecido al anterior, y sólo trata de magnificar la posibilidad de error para que notemos el riesgo que supone. Al hacerlo, nuestra predisposición a intentarlo disminuye, es decir, la mente “logra” protegernos, mantenernos en la posición más segura, aunque también más aburrida.
- “no les vas a gustar”. Es el equivalente social a “no eres capaz”. En este caso la mente asegura el fracaso para evitar sufrir al intentar vincularse con el otro.
Protegernos de aquella amenaza antigua que era la agresividad del adulto puede condicionar nuestro presente. El objetivo en este caso es aprender a “calmadamente” asumir ese riesgo para alcanzar una sensación de más vitalidad.
Aprender a calmar a esa parte asustada, que trata de protegerse del otro, mostrándole que el presente no es tan peligroso como el pasado, y así, lograr que nos resulte más fácil arriesgarnos.