Hijos de la época de la oportunidades individuales, de la evolución tecnológica, hemos heredado la tendencia a procurar que nuestra vida sea mejor. Vivimos en la cultura del “te mereces lo mejor”, “ puedes lograr lo que desees” y eso influye en cómo nuestra mente nos intenta hacer felices.
Desde un punto de vista de la supervivencia, y del funcionamiento del sistema nervioso, para que algo sea mejor debe ser menos malo, menos imperfecto.
Es así, que con la intención de que nuestra vida sea mejor, nuestra mente intenta que sea menos mala. Para lograrlo, lo primero que hace es identificar toda imperfección, todo lo incompleto, todo lo mejorable. Y por nuestra mente empiezan a aparecer pensamientos críticos con algunos aspectos de las áreas de nuestra vida, además de sensaciones de insatisfacción y rechazo.
Durante un tiempo, podemos dejarnos llevar por esa inercia y tratar de perfeccionar, de mejorar todo lo que nuestra mente ha señalado, habitualmente son periodos de tensión o nerviosismo, pues estamos involucrados en la “lucha” de mejorar para ser felices.
Con suerte, el resultado de ese esfuerzo funcione durante un tiempo. Nos sentimos mejor con los cambios. Pero aún no será perfecto, y al poco tiempo, la mente que aún desea que vivas la mejor vida posible, volverá a señalar los nuevos defectos, los contras de tu nueva situación.
Y de nuevo, seguramente los intentarás mejorar, y es posible que incluso tengas fortuna y funcione.
De nuevo, durante un tiempo estarás más tranquilo. Pero probablemente con el tiempo la mente empiece a señalar una vez más las lagunas de tu nueva vida. Cuando la adrenalina, la novedad de la nueva situación haya decaído, la mente evaluará críticamente la situación y sin duda encontrará aspectos mejorables.
Este ciclo puede ser infinito, y las personas se describen como eternos insatisfechos o afirman autosabotarse, incapaces de disfrutar y de ser felices en ninguna circunstancia.
Sólo encuentro una salida.
En primer lugar, identificar esa parte de nosotros que con la mejor intención del mundo, tratando que seamos los más felices, señala insistentemente aquello que no es tal como deseamos. Curiosamente, es posible que nos encontremos con una parte de nosotros muy amorosa y cariñosa, pues nos ama, y de ese amor sale su interés para que tengamos la vida más satisfatoria.
En segundo lugar, frustrarla, conectar con ella y reiteradamente mostrarle que su intención no es posible. Ya no perseguimos la mayor felicidad, ya no nos vamos a involucrar en mejorar artificialmente nuestra vida, si no que vamos a tratar de aprender a disfrutar de las circunstancias actuales. Aprender a disfrutar de lo cotidiano.
“Gracias por tratar insistentemente que sea lo más feliz posible, pero ese mecanismo de estar señalando e intentar corregir todo lo imperfecto e incompleto no me está funcionando. Entiendo que en la selva, deshacerte de lo malo es bueno, pero en mi mundo del s.XXI la realidad es compleja y siempre hay aspectos que serán mejorables. Tratar de eliminarlos es una lucha imposible, así que aprendo a disfrutar lo que sí me aporta mi vida actual.”