Recuerdo cuando empezábamos a utilizar los ordenadores y los procesadores de texto. Muchas veces nos frustrábamos y nos quejábamos afirmando “¡No hace lo que le digo!”
Vista desde fuera, esa queja siempre resultaba graciosa, pero probablemente todos la hemos pronunciado. Quien no le ha dicho, y le han dicho “¿sabes que no te escucha, verdad?”.
Poco a poco empezamos a plantearnos que el software estaba creado por unas personas que habían diseñado una serie de comandos y de lógica específicos para lograr que la máquina hiciera lo que tú deseabas. Es decir, si no lograbas lo que querías, es que no estabas entendiendo tú a la máquina, y si querías alcanzar tu objetivo debías dedicar energía a entender cómo lograr que te entendiera.
De alguna manera, la relación con nuestro Sistema Nervioso Autónomo es parecida. Muchas veces nos quejamos que no nos hace caso, que hace cosas sin lógica ni coherencia, y creo que estamos ante una situación equivalente, somos nosotros los que debemos detenernos y entender la lógica que lo regula.
Es cierto que nadie ha diseñado nuestro primate interior, pero es el resultado de miles de años de evolución, y todo lo que hace es porque de alguna manera facilita nuestra supervivencia en el mundo salvaje, aunque no sea muy útil en el zoo que resulta ser nuestra sociedad actual.
Enfadarnos con nuestro sistema de supervivencia, rogarle que deje de pensar o sentir de la forma que lo hace, difícilmente resulta útil.
Si queremos tener una mejor relación con esa parte de nosotros que regula la supervivencia, debemos detenernos y entender la lógica que existe en el monito que vive dentro nuestro. Agradecerle su labor y ayudarle a darse cuenta de las ocasiones en que sus estrategias no son útiles.