Hipocondría

Miguel Ángel Manzano – Doctoralia.es

Hemos convertido la salud de nuestro organismo en una prioridad.
Hemos aprendido a tratar la salud como la ausencia de enfermedad.
Hemos considerado la enfermedad como sinónimo de muerte, y la salud como sinónimo de vida.
En una sociedad que siente pánico y trata como tabú a la muerte, y que está aún, sólo, pendiente de la supervivencia, más que de encontrar el sentido personal de vida.
En este contexto, el hipocondríaco nos enseña una gran lección. Pretender salvaguardar la salud puede convertirse en algo poco saludable para tu vitalidad.
Pendiente todo el tiempo de que no se le escape la vida a través de la enfermedad, pierde la oportunidad de experimentar su propia existencia.
Como consecuencia, su vitalidad y sentido de vida se evaporarán, así como la satisfacción de vivir, y todo lo que le queda es la ansiedad por seguir sobreviviendo.
La vida se convierte en una rutina de preocupaciones y pruebas médicas, donde ya no queda espacio para una vida saludable que te nutra a través de las relaciones, de los acontecimientos que suceden sin que uno los provoque.
El hipocondríaco es el caso extremo que nos muestra con claridad esta lección, pero no nos engañemos, todos somos bastante hipocondríacos.
La salud de tu organismo es importante, pero la de tu vida y existencia también. Y es que hay quien incluso afirma, que lo mejor que me pudo pasar fue enfermar, pues me nutrió de una nueva perspectiva frente a la vida.
y tú ¿vives o sobrevives?

La emoción contiene sensación

Miguel Ángel Manzano – Doctoralia.es

  • ¿Cómo es cuando te sientes triste?
  • Pues es tristeza.
  • Ya pero, ¿dónde la sientes?
  • En la cabeza.
  • Y ¿cómo es la sensación?
  • Pues pienso que estoy triste, solo, que no sé que hacer, que me falta algo.
  • ¿Puedes pensar ahora mismo todo eso? ¿puedes pasar esos pensamientos por tu cabeza en este momento?
  • Sí, creo que sí. Ya.
  • ¿Te sientes triste?
  • Bueno no, no como cuando estoy realmente triste.
  • Así que pensar de esa manera no es sentirse triste. Volvamos a la sensación. Para que un pensamiento sea emoción tiene que estar acompañado de sensaciones físicas. ¿Puedes recordar qué parte de tu cuerpo se siente triste cuando te sientes triste?
  • Ufff, me cuesta mucho.
  • ¿Qué te parece si lo intentamos? Podemos aprender a mirar las emociones de una forma menos mental y más corporal. Dándonos cuenta que para que haya emoción tiene que haber reacción corporal, además de pensamientos.
  • Lo observaré.
  • Perfecto.

Conversación centrada en la emoción

Miguel Ángel Manzano – Doctoralia.es

  • ¿Recuerdas cómo es la ansiedad?
  • Sí claro, la siento ahora mismo.
  • Bien, pues vamos a hacer algo diferente. En lugar de intentar quitártela. ¿Puedes observarla?
  • Sí, ¡la tengo aquí!.
  • Ahora la estás “sufriendo». Hablo de observarla. Solo observarla. ¿Me dejas ayudarte?
  • ¡Claro!
  • ¿Qué tamaño tiene la ansiedad?
  • ¡Es gigante!
  • Bien, ¿cómo de gigante? ¿Como un ladrillo? ¿Como una bici? ¿Como un coche? ¿Como un camión? ¿Como un edificio? ¿Como una montaña?
  • Es como estar en el centro de un estadio enorme. Sientes que te traga, que no puedes salir.
  • Vale, ahora céntrate en tu cuerpo. ¿Dónde está la ansiedad? 
  • ¡Por todas partes!
  • Obsérvalo con mas detalle, ¿dónde se concentra la ansiedad?
  • Espera
  • Espero
  • Diría que en el pecho.
  • Bien, ¿qué tamaño ocupa esa sensación física?
  • Es un rectángulo en mi pecho. Palmo y medio de ancho y menos de un palmo de alto, y me llega la espalda.
  • Muy bien, la has descrito con gran detalle.
  • ¿Cómo llamarías a esa sensación?
  • ¡¡¡¡Ansiedad!!!!
  • ¿La ansiedad de la que siempre hablamos?
  • ¡¡¡Sí!!!
  • Y… ¿cómo puede una sensación de aproximadamente un palmo cúbico ser como un estadio?
  • Wtf!
  • Parece que esta sensación se hacia pasar por algo mas temible y mayor de lo que en realidad es, cuando la miramos con detalle.
  • Nunca la había visto así.
  • Te propongo que cuando vuelva la ansiedad la observes para desenmascararla. No siempre lo lograras, quizás encuentre la manera de disfrazarse pero finalmente la desenmascararemos las veces que sea necesario.
  • Me doy cuenta que yo soy mas grande que la ansiedad.
  • ¡Así es! ¡Felicidades! Siempre esta dentro tuyo, así que nunca puede ser mayor.
  • Gracias
  • Gracias

Egocentrismo o contextualismo

Miguel Ángel Manzano – Doctoralia.es

A pesar que hace siglos que abandonamos el geocentrismo a favor del heliocentrismo, no sin dificultades, parece que ese conocimiento no ha traspasado al conocimiento sobre la conducta humana.

Y es que, las propuestas teóricas y terapéuticas parecen recaer en considerar al individuo el centro del universo, egocentrismo, al menos de su universo (como si hubiera más de uno).

Podríamos resumir esta postura egocéntrica en que la motivación que surge dentro del individuo es la que lo mueve, y es el propio individuo el responsable de generar y gestionar esa motivación.

Al intentar detallar estas explicaciones vemos que regresamos a las explicaciones mitológicas, y es un Dios, antes llamado Zeus, ahora llamado mente, quien gobierna nuestro universo desde nuestro interior, y para ello dispone de una serie de dioses menores que se ocupan de diferentes áreas, confianza, autoestima, motivación, etc.

Y el individuo realiza una serie de ofrendas en forma de pensamientos positivos, de hábitos saludables, de iniciativa forzada frente a la vida…

Pero como en la mitología, a la hora de explicar de donde surgen y como actúan esos dioses, que podemos concretar en pensamientos y emociones, las diferentes teorías parecen poco fundadas. De ahí la enorme cantidad de enfoques que parcialmente sirven para describir parte de la conducta humana, como hacía con el cosmos en su momento el geocentrismo.

Observemos la teoría psicológica más defendida en la actualidad, que afirma, resumiéndolo, que los pensamientos generan las emociones, y estas determinan la conducta. Aunque es una observación que se puede validar constantemente, esta teoría no explica porqué algunos pensamientos si movilizan y otros no. Tampoco asume que se puede no hacer lo que un pensamiento te indica. Es decir, que no ayuda a explicar de raíz la conducta humana, ni facilita la influencia ni el pronóstico de la conducta, como sucedía con los métodos geocéntricos, que aunque describían el movimiento de los astros, siempre encontraban aspectos que no explicaban o excepciones que no encajaban en la teoría.

Parece que como siglos atrás, nos cuesta renunciar a la sensación de ser únicos y estar en el centro de universo, aunque sólo sea en el centro de ese universo personal.

Y nos resistimos a aceptar que somos un objeto en movimiento, un objeto más que una persona, describiendo una órbita y que nuestra vida está determinada por las fuerzas a las que nos vemos sometidos en ese desplazamiento. Que al entrar en contacto con otro “planeta”, otro ser humano, podemos variar nuestra órbita, o la velocidad. Y como resultado nuestra vida cambia, sin que haya mediado nuestra voluntad, ni esfuerzo, ni intención.

Nos negamos a asumir que lo que sucede dentro nuestro, esos dioses, son las consecuencias de ese desplazamiento. Es la forma en que en nuestro interior se procesan las fuerzas a las que constantemente estamos sometidos.

Mientras pensemos que ese dios llamado mente, que es abstracto, difuso y de difícil explicación, es el que provoca el movimiento de nuestras vidas, seguiremos en el egocentrismo, obviando que en el mejor de los casos, la mente, sólo procesa la información de ese movimiento creado por fuerzas generadas entre objetos, como sucede en el resto del universo. Y tendremos que complicar cada vez más la teoría para encajar las excepciones que se dan.

Por otro lado, podríamos denominar al planteamiento externo a la persona, enfoque contextual, pues pone el foco en las circunstancias en las que se da la conducta para ese objeto humano en concreto.

 

Más allá de la psicología, sucede lo mismo con la espiritualidad, que viene a apelar a esa motivación que es el espíritu, y que se supone debes encontrar dentro tuyo. Sería como Júpiter o Zeus, que son lo mismo pero en diferentes culturas. Diferentes nombres y formas para finalmente plantear lo mismo. En psicología estaría la mente y en la espiritualidad el espíritu.

También a Júpiter, como a Zeus, y sus dioses se les hacen ofrendas no comiendo determinados elementos, renunciando a determinadas prácticas, obligándose a otras, rigiéndose por una moral y reglas preestablecidas, esperando que el espíritu esté en paz…

Plateando que si conectas con tu espíritu tu vida será más armoniosa, más clara, sabrás qué hacer pues te guiará, y por tanto, “te irá mejor”.

Insisto, palabras diferentes, que llevan al mismo lugar, a generar la adoración por un Dios interior al que se venera y se busca, para que consiga modificar tus circunstancias y tu vida a otra que te guste más.

Y esa espiritualidad egocéntrica obvia otras descripciones que describen sus experiencias como la desaparición de la existencia de uno en su interior, de la disolución de la identidad personal.

¿y qué queda si se disuelve la identidad personal?

Muchas personas pueden creer que esto es equivalente a la muerte o a un estado vegetativo, pero nada más lejos de la verdad. En ese momento, se observa con claridad el movimiento del cuerpo celeste llamado organismo humano, y su funcionamiento como resultado de la suma de fuerzas a su alrededor, es decir, un organismo al servicio de su contexto, como siempre fue, como siempre es, como siempre será.

 

Pero de momento, seguimos defendiendo que la tierra es el centro del universo y la generadora del movimiento que se observa.